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Santiago
amargada crónica

miércoles, 13 de junio de 2012

Cuando siento que estoy desapareciendo

DESPERSONALIZACIÓN
También se ha llamado vivencia de la disolución del yo y, por otros, vivencia de la destrucción de la personalidad; su núcleo está en las sensaciones de no ser yo mismo o estar cambiado que tiene el enfermo. Ninguno de los nombres que se le ha dado explica muy bien lo que es, que se comprende mucho mejor a través de las manifestaciones de los enfermos que la padecen y de las que damos algunos ejemplos típicos: «me encuentro raro, como si me hubieran cambiado»; «no comprendo lo que me pasa, todo me parece extraño, como irreal»; «me miro en el espejo y aunque soy yo, me parece la cara de un desconocido»; «ando por la calle y las personas me parecen todas como si estuviesen muertas»; «voy a la oficina, vuelvo a casa y es como si todo ocurriese en sueños»; «es como si estuviese vivo y todo lo hiciese automáticamente»; «oigo lo que me dicen y lo entiendo, pero lo siento todo como lejano»; «me encuentro extraño, como sin nervio»; «todo lo veo incoloro, desteñido, lejano».

Estas frases de enfermos se refieren a sus vivencias en la primera etapa de la despersonalización. En ella el enfermo a través de las alteraciones de sus mecanismos psíquicos se ve a sí mismo y a las cosas «distinto» de antes, pero aún se identifica correctamente. Es un fenómeno similar al que sufriría un individuo a quien por primera vez se le pusieran unas gafas cuyos cristales deformasen su visión: vería diferentes a los objetos y a sí mismo ante el espejo, pero podría identificar todo correctamente y comprendería lo que ocurre. El enfermo, en cambio, no está consciente de la alteración patológica de su psiquismo, aunque a veces la presume, y por ello no comprende por qué se encuentra lleno de nuevas sensaciones (no sabe que sus «nuevas gafas» le deforman las percepciones) y de ahí la extrañeza, signo capital de la despersonalización incipiente (incipiente se refiere a inicial), ante sí mismo.
Es fundamental recordar que en esta etapa el enfermo, igual que el sujeto con gafas deformantes de la visión, ve las cosas y a sí mismo distintos de antes, pero sabe aún que la imagen del espejo es la propia, que su padre y su madre son ellos, y la oficina es la oficina, únicamente que, siendo los mismos, es como si no fueran los mismos.
En una etapa más avanzada, los trastornos se acentúan. Los fenómenos de su psiquismo le aparecen como más y más extraños, ajenos. Llega un momento en que algunos elementos de la personalidad (vivencias) se presentan al enfermo tan extraños que ya no le parecen propios y no los considera tales, mientras los sectores menos afectados aún los reconoce como suyos. Es en este momento cuando se produce, el fenómeno del desdoblamiento de la personalidad o doble personalidad durante el cual el enfermo siente simultáneamente en sí mismo dos personas psíquicas, dos almas, la suya y una extraña. En la etapa siguiente, al ser invadidos por el proceso patológico, los sectores del psiquismo que el enfermo aún reconocía como suyos, el carácter de ajeno (la enajenación) se extiende a todo el psiquismo y en el enfermo desaparece por completo la sensación de ser el mismo de antes, hay una pérdida de la identidad del yo, llamada desidentificación de la personalidad.


Tenemos, pues, al enfermo «no siendo él mismo» y ante la necesidad de todo ser humano de ser alguien, el psiquismo del enfermo se identifica con otra persona, animal o cosa, fenómeno conocido por personificación. Al personificarse, por tanto, el paciente cree ser «Dios», «una cucaracha», «el Cristo de Orense», el «Rey de España», «un caballo» etc., sin que su comportamiento tenga que ser congruente con su personificación y sin que el enfermo haga un razonamiento demostrativo de la realidad de lo que afirma ser, sólo un limitado número de enfermos mentales representan su papel.
 

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